Extendió su mano. Siempre había una pequeña vocecilla que
le reprochaba el haberlo hecho. Desde ese instante, todo cambió. Ella se
encontraba en una cama tan grande que hacía que la habitación fuese diminuta.
Perdida entre las sábanas, se dio cuenta de que una pequeña abeja se había
enredado en ellas. Presa del pánico, trató de salir de allí. Consecuencia, un
picotazo en el vientre.
Perdida en el tiempo, ese picotazo se fue abultando: día a
día, mes a mes. Una noche, en esa misma cama, unos dolores horribles la despertaron.
Fruto de ese picotazo, había nacido un lindo bebé gatuno. A la madre se le
saltaron las lágrimas ante su tesoro.

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