Vía de escape

vía de escape

 

  Cuatro lisas y vírgenes paredes. Sino lo has experimentado, déjate llevar; no pienses y solo siente. Inspira y sigue a este viejo conejo por su madriguera, no porque te obligue, no porque YO quiera. Siente libre, este es tú tiempo, guía tu mano a través de la maraña de este lienzo, de estos cuatro tapices, insobornables. Parcas solo son demonios interiores que te acechan. Extiende tu mano y salta, vuela y revélate en esta madriguera.

   Los lazos de su corsé de sentimientos y emociones vívidas aflojaron su agarre. Por primera vez en mucho tiempo sintió que podía llenar, de manera leve, sus pulmones; su corazón volvía a latir con pequeños pasos rítmicos y seguros. Su máscara, aquella que ya no diferenciaba de su propia faz, con ella había llegado a ser íntima, su mejor amiga o, quizá, la quimera más grande que la cegaba y lastimaba a su yo más íntimo y sensible. Sus manos volvían a estar vivas y a tener delirio de crear y no verse obligadas a destruir. Sus piernas se veían ligeras ahora. Siguió inflando sus pulmones; soltando sus ataduras.

   Siguió cayendo y no solo se desprendió de lo más superficial, sino que lo fue perdiendo, lo perdió: se desintegró  a fuerza de caer…


   Un golpe sordo, simple y limpio. Sus ataduras se tensaron, dejando una pequeña y tortuosa cáscara en el centro. Una cara llena de manchas, pequeñas y caóticas. Unos largos brazos desgarbados amenazaban con soltar sus hombros son la más insignificante discusión. Enredada, enmarañada su cuerpo lidiaba con encontrar su propia quietud. 

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