El gemido parturiento de la guitarra cortaba el aire.
La melodía que nacía no le hacía bien al público. Este, a su vez, ronroneaba, no sin malicia, al cirujano músico que arrancaba aquellas notas. Sufrir no era un axioma, sino que el dolor era el pensamiento decadente y pútrido que no se desvanecía del contexto concreto del muticulturalismo.
Como todas las cosas: nacen, crecen, se reproducen y... y se convierten en energía. Esta puede ser más o menos pura; sin embargo, el rancio condicionamiento social hacía, de ese momento, una angustia para el pequeño soñador del piso superior.

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