-¿Por qué hace tanto frío?
-Las manos se me congelan… hace tiempo que no las siento.
-Yo… se me heló una lágrima en la punta de la vigésimo tercera
pestaña, la del ojo izquierdo, al lado de los sueños.
-Se me congelan las manos…
-¡Hielo! Eso es… una hoguera de hielo. Es el remanso de
sueños puntiagudos, oscuros, partidos en miles de borlas.
-Tengo frío. No del que hiela, sino del que mata…
-Se me congelan las manos…
-Los pies echan raíces y, por fin, consigo fundirme con este…
ummm… refrescante… FRÍO.
-Es reconfortante sentir esquirlas mientras fluye la
congelada sangre por las venas, siempre me gustó que comenzase por el corazón.
Así es menos doloroso, menos fogoso.
-Se me congelan las manos…
-La expresión más duradera es la de eterna indiferencia que
se forjó en la profundidad de un calor que se extinguió con el brillo.
-Se me congelan las manos…
-Se me congelan las manos…
.
.
.
¡Qué bonita fuente de hielo!

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