Aquel día, fue fácil: solo tenía que coger con mi mano izquierda el asidero con la etiqueta verde y tirar sin dolor, como
con una banda de depilación —rápido y sin pensarlo—.
Quizá, lo difícil, vendría después: tendría que, en una fracción milisegundos, girar el pomo que se encontraba a la altura de la cadera, girarlo a la derecha
a la vez que se tira hacia fuera. A continuación, tras una lenta y pausada
inspiración deshacer el nudo del codo. Las operaciones eran sencillas y minuciosas;
eso sí, convendría hacerlas sin perder los nervios y, claro está, esto es lo
complicado, pero… no es cierto eso de ¿quién algo quiere, algo le cuesta?
Las instrucciones son un total de ciento
cincuenta puntos, ni uno más, ni uno menos. Y en el punto 86 me encuentro ahora
mismo, un punto de no retorno. Inspira
sobre la pierna derecha, cierra el ojo izquierdo y despega lentamente la tira
purpura de detrás del hombro derecho, eso podía hacerlo. 87. Desconexión por
desconexión, eso es lo que era: una desconexión de esa herida que el tiempo no
quiere mermar. 95.
Un punto medio entre el olvido y la supuración
constante de la muerte, eso busco. 128: cortar los
puntos sobre la cadera derecha, los rojos. Todavía duele y parece que va a
más, únicamente consigo combarme sobre mí misma. 139. Me vuelvo pequeña, muy
pequeña. 143: Tira del cordel azul hacia
fuera rápido, entre inspiración y espiración —nunca
antes o después—. Me siento expuesta, con la caja torácica abierta.
la purgación está siendo dura, pero ya no recuerdo por qué empecé. Eso es… ¿bueno?
150: Aprieta
el botón junto al corazón, con la mano izquierda. Cuidado con no cerrar la cavidad.
Cuando haya terminado, la herida cicatrizará. No nos comprometemos a que no
deje marca o un dolor leve con el cambio de estación, cambios bruscos de
temperatura o secuelas referentes al proceso. Gracias por elegirnos para
cicatrizar. Atte. Chronos.

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