Tortuga boca arriba

tortuga boca arriba



  Conseguimos despegar. Todo estaba completo, salvo mi plaza contigua. Una pareja de quejidos insoportables tarareaba murmullos en disonancia. Como una guía turística, el copiloto nos mostraba los hangares de carga: «hay que disfrutar de las extrañas y permisivas autorizaciones que nos han otorgado».

  Como salido de un cuadro surrealista: animales extraños en contenedores inverosímiles en un contexto onírico, llaman mi atención.


  Volvemos a alzar el vuelo y un avión nos corta el paso. «No deberíamos habernos salido de lo establecido», emanaba como una fuente de la disonancia no murmurada. Seguimos intentando remontar el vuelo, pero nos capan el paso y el albedrío. Tomamos tierra. Los celos nos vuelven a cortar el paso, dejándonos boca arriba, como una tortuga intentando salir del fango.

  Siento como devora el metal fangoso a los héroes silenciosos. Bestia y animal no pueden convivir el uno en el otro. Tan pronto, dentro; tan pronto, fuera. Se cierne el telón de tercio pelo.

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