Sentí como el hilo negro del destino me tocó, convirtiéndome
en una paria; en un ser asocial por naturaleza. Al fin y al cabo, ¿a quién le
gustan las situaciones peliagudas muevan y conmuevan nuestro estado de confort?
Cogiendo el móvil entre las manos, supliqué que los clamores silenciosos lanzados a unos pocos “seguidores”, “amigos”, atendiesen lo que la realidad desvirtúa.
Como un brillo esperanzador: una mano deformada, negra como el más oscuro
pensamiento, brotó atorando mi respiración.
El frío nunca se había sentido tan bien.
La afirmación de la alteridad parió una aletheia virtual, que con dedos acusadores sentenció el fin del mal azar, destruyendo esperanzas y temidas alianzas oníricas.
Dentro de la jauda de esa revelación, sentí solo llevaba un bulto como maleta de viaje. Un bulto llamado soledad.

Comentarios
Publicar un comentario