Cada día las máscaras te duran menos.
Soportas sobre tus hombros un peso que no te es propio, que
quema y consume a cada segundo que pasa. Que cada día, los daños son más y más irreversibles.
Trabajas cada madrugada en un sinfín de rostros nuevos, en
un modulador que clarifique la voz, formando una armadura que se nadie más
notará.
Tienes las manos encallecidas, pero no tienes ya propia voz
para rasgar el dolor que cubre la sangre sólida y sin color.
Cada día soportas un peso que no te es propio. Uno que nadie
ve, pero que todos apoyan. Las cicatrices son cada vez más profundas. Pero
el agua salada se aliena al dar satisfacción a un alma que desapareció ya por
aquellas alcantarillas.
La oscuridad te sana los quiebros que tu mente lanza contra
la pared. Relame tus contusiones emocionales, como un baño de alquitrán. La
soledad alcanza una paz que ni tus manos ven, ni tus ojos sienten.
Tus máscaras se agrietan gritando con tanta facilidad... Durando no más de unos segundos. Las raíces son demasiado largas, es el punto de no retorno.
Quizá solo sea un esqueleto, lo que sostiene el mundo sobre tus hombros.

Comentarios
Publicar un comentario