Los pies se pegan a un suelo que no comprende la necesidad
apremiante de la urgencia.
El mundo no se mueve al ritmo que tu corazón querría.
La visión opta por mostrar los bordes negros; de la imagen
saltan brillos que distorsionan la realidad.
La impotencia cala en tus huesos.
La necesidad explota en tu cabeza.
El plano se para. Todo el mundo es una absurda caricatura en un
decorado dadaísta.
Tu misión se para. Tu urgencia se evapora.
No puedes llegar hasta esa persona.
No la proteges, ni siquiera la consuelas.
Te hundes en el asfalto pegajoso que te ata cada vez más.
Las lágrimas es el último salvoconducto para afianzar tu ahínco
eterno.

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