El mundo visto tras una
pantalla.
Oyes conversaciones, ves
las imágenes. Recitas las frases hechas que encajan en el contexto. Sin medida,
sin digerirlas; solo con lo aprendido de la experiencia.
Dudas, dudas y más
dudas. Todo es sarcástico, porque estás dando palos de ciego, intentando
acertar, no desviarte del camino ni caer.
En la serenante
oscuridad, sientes como si te pidiesen que actuases desde fuera de ti, de tu
ser. Te desdoblas con dos sombras: una densa de alquitrán; otra, ligera como el
humo. Te desgarras sin darte cuenta, entre silencios minados que rompen tu
pensamiento
(uno que jamás va a surgir con naturalidad)
Invisibilización
consciente en una multitud anexada como un ente enemigo. La virtud digital
sesga a favor tu mirada incompleta. Sin embargo…, el cara a cara goza de un
desconcierto crónico que se condimenta con una máscara de gesto fijo que se
mimetiza con el contexto.
Escapista de un mundo
que ocupa tu espacio.
Sin respuestas claras.
El encierro demasiado opresivo tan solo consigue metamorfosearte con una brizna
muerta sin su brillo.
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