¡Hola,
grumete! Regreso con otra reseña de un libro que su lectura es tan destructoramente
emotiva como necesaria.
La luna en la puerta de Andrea Tomé fue publicada por Cross
Book en 2019. Cuando construyes un texto puedes tener en mente diferentes
finalidades, metas, anhelos que plasmar, críticas que insertar de manera velada
o no… Y es que las hojas de una obra esconden mundos enteros capaces de sanar,
de dañar, de ser ventanas a otras realidades… La conexión entre quien escribe y
quien lee no tiene porque ser directa. De este modo, el propósito y lo que se
busca pueden no coincidir. La literatura construye planos paralelos a partir de
tinta negra. Esta dualidad ocurre con las emociones; en especial cuando envuelven
tabúes, como el suicidio.
El
barrio es un lugar, un ente que vive y es vivido desde un margen, desde su
propia autoridad. Judith es una joven adolescente que ha perdido a su hermano. Él
trataba de llevar la vida angustiosa que prediseña el haber nacido en un
determinado lugar: roles masculinos marcados, sexualidad normativa, violencia
para controlar cualquier patrón de comportamiento no exigido… Sin embargo,
terminó por consumirlo, por llevarlo hasta el suicidio. La luna en la puerta nos
muestra una historia de duelo, de amistades, de lealtad al barrio, de una
necesidad primitiva por salir de allí y una agresividad que arde en las venas
desde que el contexto ata en ti un hado.
Esta
novela de Tomé me parece que está
medida al milímetro (en realidad es como acostumbra a trabajar): desde los
nombre bíblicos de los personajes y su construcción hasta referencias pop, de
moda o a Sin destino de Imre Kertész. De este modo, el lenguaje
atento al detalle y la maestría con la que moldea la sintaxis consigue
arrastrarte al mismo centro del luto. Esta lectura pasa a ser emocional, pues
se pueden palpar los sentimientos a través de los recursos literarios. La
escritura —escribir bien— es importante, pero cuando conoces el idioma y el
arte puedes ser capaz de crear maravillas. Para mí, este trabajo es lo que
convierte una narración en literatura.
Esta
obra habita el luto, juega con las creencias y ritos socialmente establecidos,
las emociones, los tiempos culturales preestablecidos... Esto le da un trasfondo
muy potente. Si el tiempo se desdibuja, el silencio y los espacios se llenan,
se pierden se comparten... Se convierten en el recipiente de una emoción
contenida tan real que cada trazo de cotidianeidad se clava (ya sea algo
simpático o doloroso): «Para algunos de nosotros, la historia tiene bordes
demasiado afilados».
Los
personajes de Tomé se dibujan con
líneas definidas y rellenadas con los colores de recuerdos, creencias, miedos, recelos
culturalmente aprendidos, odios heredados y hueco para el crecimiento personal.
Confieso que, a estas alturas, tengo debilidad por los personajes húngaros de
la autora. Es mi tipo de personaje favorito (no me escondo). Así que no es de
extrañar que Chaim se haya ganado mi corazón, al igual que Judith (aunque no
sea húngara XD), pues cada uno tiene su espacio, su mundo interior y sus luchas
con el exterior. Creo que se nota muy bien la masa de chicos dominados por el
barrio, frente a los disidentes que tratan de sobrevivir y de salir de allí.
Y
aquí quería yo llegar. Esta obra ha hecho un ejercicio de intertextualidad con
la obra de West Side Story. Se construye sobre un barrio marginado,
abocado a la violencia, a mantener con uñas y dientes un lugar heredado y
conquistado que no es otra cosa que el espacio que han decidido que ocupen
aquello que no se quiere ver. Hay dos bandos, dos grupos enfrentados. Los
motivos, los personajes son totalmente diferentes, pues se construyen sobre
temas centrales diferentes: donde la película es amor pasión truncado por el
contexto social donde termina con el memento
mori, la novela comienza con la muerte como motor destructor, primer aleteo
del efecto mariposa que desarrolla el nudo central de La luna en la puerta. Me
ha parecido un muy buen ejercicio de transtextualidad de alusión textual.
Bueno, me ha sorprendido que en este punto tenga ya setecientas palabras, así que voy cerrando. Esta lectura ha sido una de esas que te conmueven, porque el tema es intrínsecamente emotivo, pero también por el tacto y el enfoque que Andrea Tomé da. Lo trata con mucha atención al detalle, con datos, con toques de humor en diálogos brillantes, con acciones… En esta obra aparece Bandi, un hombre que regenta un bar y que es capaz de coger su coche para ayudar a quién lo necesite, porque tras su fachada dura, hay un corazón que se preocupa por quien es merecedor de su cariño. El libro es un poco esto. No es para todo el mundo (como cualquier cosa), pero si te adentras en él, te abrazará para terminar con un brote de esperanza.


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